Conversamos con F. Javier Aznar Alarcón, miembro del equipo terapéutico del Centro de Asesoramiento y Psicoterapia (CAP), un servicio de atención privada iniciativa de la Fundación Meniños.
En esta entrevista exploramos temas tan sugerentes como el papel que juegan en nuestras vidasd las dificultades y los conflictos, los retos que afrontan madres y padres en el proceso de crianza de hijas e hijos, los enfoques terapéuticos desde los que se trabaja en el Centro de Psicoterapia, entre otros.
Leyendo el texto de presentación de la web del Centro de Asesoramiento y Terapia nos encontramos con dos mensajes muy sugerentes: Por un lado, la idea de que las dificultades y conflictos son parte inherente de la vida; por otro, la confianza en el potencial de cambio y recuperación de las personas, aún en las situaciones más duras. ¿Son los momentos de crisis una oportunidad?.
Así es. Un amigo me suele comentar que la vida es ir saliendo de un problema para empezar a afrontar otro. Nuestra sociedad maneja, muy potenciada por la publicidad y los medios de comunicación, creencias falsas, como la de que es posible vivir sin dificultad ni dolor o como si pudiéramos pasar por la vida sin depender de nadie.
«… en cada crisis hay la oportunidad de cambiar, de orientarnos en otra dirección, de recurrir a capacidades y competencias que las circunstancias o nuestra vida nos ha hecho ignorar que tenemos. Pero con un poco de ayuda podemos rescatarlas, amplificarlas y darles lugar en nuestra vida… «
Afrontar dificultades y establecer relaciones de cuidado mutuo y reciprocidad es parte de lo que somos. Ahora bien, incluso en las situaciones más desesperadas, es posible encontrar un brote de recuperabilidad, de resiliencia, si se le cuida y alienta lo suficiente. En su origen etimológico la palabra crisis significaba momento de cambio. Lo que implica que, en cada crisis, hay la oportunidad de cambiar, de orientarnos en otra dirección, de recurrir a capacidades y competencias que las circunstancias o nuestra vida nos ha hecho ignorar que tenemos. Pero con un poco de ayuda podemos rescatarlas, amplificarlas y darles lugar en nuestra vida.
«… sabemos el acto de valor que supone para muchas de estas personas pedir ayuda, y esto nos alienta a asumir el reto de atenderlas con sensibilidad, confianza en sus recursos, y curiosidad para explorar con ellas sus emociones, competencias y motivaciones…»
Cuando una persona está pasando momentos realmente difíciles y dolorosos, quizás lo más complicado es dar un primer paso para “salir” de la situación. ¿Cuál es la clave para afrontar esas dificultades y dar el primer paso?.
Son muchas cosas las que se juegan las personas que pasan por momentos dolorosos: a veces es difícil ver con claridad cuál es la razón de su sufrimiento y cuáles son los condicionantes que no permiten salir de él; otras veces no han tenido con quién compartir realmente su temor o su dolor y éste ha quedado silenciado; otras pueden temer, cuando han tenido malas experiencias con las personas que tenían que cuidar de ellas, que se las culpe, avergüence o desprecie por lo que les hace sufrir.
Con todo ello, sabemos el acto de valor que supone para muchas de estas personas pedir ayuda, y esto nos alienta a asumir el reto de atenderlas con sensibilidad, confianza en sus recursos, y curiosidad para explorar con ellas sus emociones, competencias y motivaciones. De manera que el primer paso, para ellas, es atreverse a pedir ayuda y, para nosotros, favorecer una relación de conexión emocional y seguridad, entender los motivos profundos de su sufrimiento y acompañarle a una forma diferente de entender y afrontar la dificultad.
¿Cuáles son las perspectivas o enfoques psicoterapéuticos desde los que trabajáis en el centro?. ¿De qué manera se traduce en vuestro trabajo con las personas?
Nuestro enfoque terapéutico es un plato cocinado con mucha atención y que tiene como ingredientes lo sistémico, lo narrativo, el apego y la alianza terapéutica. Lo que, traducido, quiere decir que entendemos que la mayoría de las dificultades que se nos presentan en la vida tienen que ver con nuestras relaciones con los demás y su impacto en nosotros y con la forma en la que estas experiencias nos hacen vernos.
A lo largo de la vida vamos acumulando situaciones de relación (con nuestros padres, nuestros hermanos, parejas, etc.) que afectan a nuestras expectativas y a la idea que tenemos de nosotros mismos, a nuestra capacidad para la intimidad y para la cercanía, y a nuestra sensación de seguridad y competencia. En la terapia exploramos el papel de estas experiencias en nuestras dificultades actuales, y acompañamos en el trabajo de encontrar una forma de darles sentido y de explorar alternativas para afrontarlas. La idea es ayudar a que las personas con las que trabajamos se sientan más protagonistas de sus vidas y con mayor capacidad tanto para aceptar lo que no se puede cambiar como para afrontar lo que sí se puede.
La forma en la que lo hacemos es estableciendo una colaboración estrecha en la definición de los objetivos en la terapia, las técnicas y tareas a utilizar, y la valoración del cambio. Porqué, al final, lo que cuenta es que las personas a las que intentamos ayudar salgan mejor que como se presentaron cuando vinieron por primera vez.
Eres especialista en Narrativa y Apego. ¿Podrías acercarnos a estos dos conceptos?
La teoría del apego describe una motivación básica que compartimos todos los seres humanos, la de recurrir al consuelo y amparo de alguien cuando estamos tristes, asustados o enfermos. Las respuestas que dan nuestros cuidadores a estas necesidades, en la adolescencia y, sobre todo, en la niñez, son centrales para construir nuestro sentido básico de ser dignos de ser queridos y cuidados, y la forma en la que aceptamos la intimidad y la cercanía. Nuestras experiencias de apego y cuidado son los cimientos sobre los que se alza nuestra capacidad para lidiar con nuestras emociones y para regular nuestra conducta. Y las dificultades con esta regulación están presentes en la mayoría de dificultades psicológicas que se nos pueden presentar (ánimo depresivo, ansiedad, trastornos de conducta, la forma de afrontar las pérdidas, dificultades en las relaciones de pareja, et.). Por eso es tan importante. No siempre que tenemos dificultades estas tienen que ver con el apego. Pero cuando están presentes es necesario atenderlas.
El interés por la narrativa viene de un descubrimiento fundamental de Mary Main, una de las investigadoras más relevantes en la teoría del apego. Lo que descubrió Main es que, más que las dificultades de nuestras experiencias, lo que nos afecta es la forma en la que han quedado organizadas en nuestra mente en forma de relatos; es decir, que si al contar lo que ocurre puedo organizar un relato coherente entre mis experiencias, mis recuerdos y mis emociones, puedo ser una buena fuente de cuidado para mí y para los míos. En la infancia, nuestros cuidadores nos ofrecen historias con las que nos explican quiénes somos y porqué hacemos lo que hacemos. Por ejemplo: un niño maltratado al que los padres acusan de ser el responsable del trato que percibe, crece contándose a sí mismo que no es digno del amor de los demás. El peso de esta historia le puede llevar, por ejemplo, a inhibirse cada vez que aparezca la posibilidad de una relación afectiva y se castigará a sí mismo por desear ser querido, o la rechazará convenciéndose de que no le hace falta, aunque no sea verdad. Además, la forma en la que acabe integrando en ese relato de su vida la conducta de sus padres afectará a su propia forma de ser padre. Lo que implica este descubrimiento de Main, y es importantísimo para nuestro trabajo, es que, si podemos ayudar a construir un relato más integrado y rico de esas experiencias, podemos ayudar a reparar vínculos heridos y a potenciar que las personas con las que trabajamos se cuiden a sí mismas y cuiden mejor de los demás. Las historias que nos cuentan, además, pueden estar organizadas y saturadas por las dificultades que han vivido, y tenemos que hacer lugar a otras experiencias positivas que han vivido pero no han quedado registradas, o a nuevas experiencias que podemos promover, en las historias que nos contamos. No podemos cambiar el pasado, pero podemos cambiar el futuro trabajando en el presente con una mirada diferente sobre nosotros mismos y nuestras vivencias.
«… Las dificultades del apego en los jóvenes es la forma que encuentran para adaptarse a lo que está ocurriendo a su alrededor. Si podemos ayudar a cambiar las circunstancias que les envuelven, las dificultades se acaban, en su gran mayoría, disolviendo…»
¿Qué papel juegan los trastornos relacionados con el apego en los desequilibrios emocionales? ¿De qué modo puede la terapia ayudar a gestionarlos?
Sabemos, con mucha certeza, que un apego seguro es un elemento protector frente a los desequilibrios emocionales. Por tanto, es un elemento central y preventivo en el trabajo con niños y adolescentes. Dado que la forma en la que se establece el apego está en función de la forma en la que los padres estén en condiciones para conectar con sus hijos y hacerles sentirse seguros, es fundamental poder ayudarlos a ellos a ayudar a sus hijos.
No me siento muy cómodo hablando de “trastornos del apego”. Las dificultades del apego en los chicos (que acaben ignorando sus necesidades, que no puedan regular mejor su conducta y emoción, que se sientan bloqueados frente a las experiencias que viven, que no tengan curiosidad por aprender) es, más que un trastorno, la forma que encuentran para adaptarse a lo que está ocurriendo a su alrededor. Si podemos ayudar a cambiar las circunstancias que les envuelven, las dificultades se acaban, en su gran mayoría, disolviendo. También hay que entender así las dificultades de los padres, como la forma que han encontrado, mejor o peor, para lidiar con lo que les ocurre. Por eso también hay que entender qué les está afectando y ayudarles a probar otra forma, más satisfactoria, de afrontar los problemas.
El apego es algo que nos acompaña toda la vida, y por eso también afecta a los adultos en su capacidad para manejar el estrés, las pérdidas, para establecer relaciones sanas y adaptarse a los cambios. Es como si la forma en que hemos integrado estas experiencias se convirtiera en el mapa que nos guía en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. Si el mapa no está bien, o es confuso, nos genera dificultades en el trato con los demás y con nosotros mismos. En la terapia buscamos crear un contexto de trabajo en equipo, conexión y seguridad para explorar esos mapas y repararlos, y generar optimismo y confianza en la posibilidad de cambiar, de construir una vida de mayor plenitud.
«… Me gusta mucho la idea del escritor Ernesto Sábato de que debemos resistirnos a que la veloz y progresiva tecnificación de nuestras relaciones nos haga perder el contacto directo y cercano con los demás…»
En el centro ofrecéis apoyo en tres planos vitales: personal, de pareja y familiar. ¿Cuáles son en tu opinión los “grandes temas” a los que nos enfrentamos hoy en día?
Los grandes temas son los mismos de siempre. Los seres humanos necesitamos 1) estar en relación; 2) la convicción de que lo que hacemos tiene sentido, que es relevante; 3) vernos con un cierto grado de eficacia; 4) sentirnos acompañados y atendidos en las situaciones de desvalimiento, formar parte de grupos (como nuestras familias) y, a la vez, mantener nuestra individualidad. Nuestras herramientas, tecnología y formas de organizarnos como comunidad cambian aceleradamente, pero los temas a los que intentamos dar respuesta siguen siendo los mismos que afrontaban los primeros seres humanos.
Me gusta mucho la idea del escritor Ernesto Sábato de que debemos resistirnos a que la veloz y progresiva tecnificación de nuestras relaciones nos haga perder el contacto directo y cercano con los demás. Hace unas semanas estaba en una reunión con unos colegas, todos profesionales del mundo sociosanitario. En un momento en el que estábamos haciendo una pausa, todos y cada uno de los integrantes de la reunión estaban con sus móviles, sin que nadie intercambiara nada con los demás. Para mí fue una imagen muy impactante. En ese sentido creo que también tenemos que resistirnos a que la continua exposición a imágenes de violencia y desesperación con que nos bombardean los medios de comunicación nos inmunice frente al dolor de los demás y nos haga claudicar de nuestra responsabilidad. Quizá estos sean los “grandes temas” que están presentes en esas tres áreas vitales por las que me preguntas, y que se pueden resumir en la necesidad de no dejar de prestar atención a quienes tenemos al lado.
En la Fundación Meniños entendemos que un entorno familiar sano es vital para garantizar el bienestar integral de niñas, niños y adolescentes. En el marco de la sociedad actual, ¿Cuáles crees que son los retos que afrontan madres y padres en el acompañamiento de su proceso de crianza?.
El primero es el de un equilibrio entre la nutrición afectiva y el procurar límites que ayuden a sus hijos a regular su conducta. Ambos aspectos dependen, básicamente, de que los padres atiendan de forma sensible e intuitiva a las necesidades y estados emocionales de sus hijos. Un niño pequeño, agotado de cansancio, no puede regularse bien y tiende a incrementar su excitación. Necesita que sus adultos le hagan parar y lo ayuden a ponerse a descansar, porque solo no va a poder. Un niño cubierto en exceso de afecto y preocupación por parte de sus padres, continuamente protegido, no puede tener iniciativa ni explorar el mundo, lo que le llevará o a rebelarse (y parecer un niño con trastornos de conducta) o inhibirse, lo que le llevará a ser temeroso. Si unimos los dos ejemplos vemos que no se trata de o límites o afecto, sino de flexibilidad de los padres para adaptarse según el estado de sus hijos.
El segundo, y aún a riesgo de polemizar, es la excesiva tendencia a medicalizar a los niños pequeños, que acaba sustituyendo ese esfuerzo de comprensión y regulación que los padres (solos o con ayuda profesional) deben ofrecer a sus hijos.
El tercero es la ingente información que reciben los niños de los medios de comunicación. Para manejarla necesitan de la presencia de adultos que les ayuden a manejar esa información, entenderla y procesarla. Tradicionalmente eso lo hemos resuelto con las historias que los adultos cuentan a los niños, y que les proveen, en ese compartir, de “mapas del mundo”. Pero en la actualidad corremos el riesgo de que la tecnología nos sustituya en una tarea que sólo podemos hacer nosotros. Las posibilidades que nos brinda son extraordinarias, pero no debemos confundir los medios con los fines.
El cuarto es la distancia de los adultos con los adolescentes: la adolescencia se extiende demasiado en nuestra sociedad actual y los chicos van perdiendo posibilidades de poner a prueba su capacidad de afrontamiento. Debemos procurarles más cercanía con los adultos, mayor responsabilidad y coparticipación en las decisiones, a la vez que les acompañamos para protegerlos y rescatarlos cuando se equivocan. Que la adolescencia es un proceso de crisis continuo e inevitable es un mito. Todo nos indica que, cuando la relación con los padres tiene esta flexibilidad y conexión, los adolescentes se adaptan con mucha mayor facilidad a este momento del ciclo vital.
«… hemos aprendido muchísimo de todas las personas con las que hemos trabajado, y el caudal de experiencias, recursos, dificultades y habilidades que han compartido con nosotros forman parte de lo que tenemos para ofrecer en nuestro trabajo…»
¿Cuál es el valor añadido que ofrece el Centro de asesoramiento y Psicoterapia a las personas que necesitan apoyo especializado para gestionar sus dificultades vitales?
Mis compañeros Kucha y Fernando, y yo mismo, acumulamos, cada uno de nosotros, más de veinte años de experiencia trabajando con dificultades a lo largo de todo el ciclo vital (familias con niños pequeños, adolescentes, parejas, afrontamiento de las crisis relacionadas con el desvalimiento y el duelo, et.).
Hemos aprendido muchísimo de todas las personas con las que hemos trabajado, y el caudal de experiencias, recursos, dificultades y habilidades que han compartido con nosotros forman parte de lo que tenemos para ofrecer en nuestro trabajo. Nuestra experiencia nos ayuda a tener una actitud paciente y a la vez esperanzada y optimista frente a las dificultades. Entendemos la psicoterapia como un trabajo compartido entre los clientes y nosotros en el que, sus expectativas y necesidades, son el eje vertebral del trabajo.
Mi formación y experiencia en narrativa y apego me ha mostrado que potenciar que las personas se cuiden y cuiden mejor de los otros, que construyan relaciones de seguridad y conexión emocional, que se atrevan a salir del guion que les han procurado sus experiencias difíciles, exige que estemos a la altura del reto brindando, también por nuestra parte, la seguridad y conexión emocional en la terapia que les aliente a probar salir de ese guion.
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