
Cuando conocimos a Laura, su silencio ocupaba toda la habitación. Cuando ella estaba presente, daba igual las personas que estuviesen hablando, o lo alto que gritasen, su silencio lo invadía todo, pero al igual que en la canción de Simon and Garfunkel, en su silencio pasaban cosas y solo había que aprender (y querer) escucharlas.
Cuando trabajas en la intervención social, las palabras son las principales herramientas de trabajo. Nos acostumbramos a escuchar lo que las personas nos cuentan, a darle un sentido, a devolverlo en forma de preguntas, de redefiniciones… Pero, ¿qué pasa cuando no hay palabras?. La ausencia de palabras nos pone en jaque, nos cuestiona y rápidamente pone en funcionamiento un listado de atribuciones, que según nuestra experiencia y nuestro grado de benevolencia y conocimiento, pueden limitarnos o ayudarnos a afrontar una situación, “lo que quiere esta niña es llamar la atención”, parece que a veces, cuando repetimos muchas veces algunas expresiones, éstas pierden su significado. ¿Cuántas veces habremos escuchado esta frase como forma de quitarle importancia a un comportamiento de uno niño o niña cuando no se ajusta a nuestra idea de normalidad? ¿Cuántas veces nos hemos planteado cuales son las “buenas razones” de esa llamada y le hemos dado espacio a aquello sobre lo que quiere que pongamos atención?
Laura no siempre se había comunicado a través del silencio, hubo un tiempo en que lo hacía con palabras, palabras que en algún momento también perdieron su significado para convertirse en la confirmación de su inseguridad y desprotección, en ese momento y sin una voluntad consciente de hacerlo, dejó de pronunciarlas y el sonido del silencio ocupó su lugar.
Nuestra labor como profesionales consiste en prestar atención a las “llamadas” ayudando a restaurar la seguridad perdida, para que las palabras vuelvan a fluir recuperando su significado.
“El niño busca su voz.
(La tenía el rey de los grillos.)
En una gota de agua
buscaba su voz el niño.
No la quiero para hablar;
que llevará mi silencio
me haré con ella un anillo
en su dedo pequeñito…”
Federico García Lorca (El niño mudo).
La experiencia de Laura

